Este mapa está mal

La historia comienza en la oficina.

– Oye, informático, no podrás retocarme este mapa que tengo aquí, que lo necesito para una conferencia.
– Con Photoshop (de aquella no había instalado aún el Gimp) y buena voluntad, no hay nada que se resista.
– Pues mil gracias majo, es este mapa que está en un documento de la Comisión…

Qué mapa, el oficial de la Comisión Europea. Qué proyección de Mercator más bien plantada. Qué distorsión del mundo.

– Oye, este mapa está mal.
– ¿Cómo que está mal? Es el que da la Comisión.
– A ver, qué es más grande, ¿Groenlandia o África?
– Pues a ver… son parecidas, ¿no?

África, extensión: 30.170.427 km²
Groenlandia, extensión: 2.166.086 km²

– Anda tú… ¿y eso?
– Pues mira, que hay más. ¿Qué es más grande, el Norte, o el Sur?

(Ojo, pregunta trampa. No nos referimos a hemisferio norte y hemisferio sur, como erróneamente creí yo, e hice creer, hasta hace poco tiempo, sino a la mitad del mapa. De España para arriba es norte, para abajo es sur).
– A ver… pues estos sí que son iguales, claramente.

Norte: 49 millones de km²
Sur: 99 millones de km²

– Venga va…
– ¿Y donde se supone que está la línea del ecuador?
– Pues donde va a estar, ¡en la mitad del mapa!

Días más tarde, en casa, hablaba con Bea acerca del Sáhara Occidental, cosa que ella, como buena alemana, no había oído en su vida. Le conté que fue una colonia española, que cuando el régimen de Franco estaba en sus últimos días, el rey de Marruecos había aprovechado para meter la zarpa, y que los sucesivos gobiernos de España se habían desentendido desde entonces.

– ¿Y donde queda ese Sáhara Occidental?
– Pues por ahí debajo de Marruecos… ahora están en Argelia… y al sur Mauritania y….
– Calla por dios, ya traigo un mapa.

Sobre el papel identificamos el lugar que Marruecos ocupa militarmente de forma ilegal sin que el resto del mundo sea capaz de hacer nada. Y claro, viendo el mapa…

– Oye, ese mapa está mal.
– ¿Qué dices? ¿Mi mapa?
– A ver, ¿por dónde pasa el ecuador?
– Por la mitad, como puedes ver.
– Anda, es verdad. Pero está distorsionado.
– ¿Qué va a estar? Si es el del National Geographic.
– Pero los polos no pueden ser una línea recta, deberían de ser un punto, mira como se distorsiona la Antártida.
– Date…

– Tanto quejarse, tanto quejarse, ¿entonces qué mapa hay que usar?
– Esta es la mía. El mapa de Peters.
– ¿Y eso qué é lo que é?
– Pues una proyección que refleja correctamente las áreas de los países. Y claro, vaya si cambia con respecto a la de Mercator.

Lo cuentan muy bien los Cartógrafos por la Iguadad Social, ese grupo ficticio que explicaba esta misma historia a la jefa de prensa de Josiah Bartlet en El Ala Oeste:

¿Tenemos el mapa bueno ya? Pues no. Porque no lo hay. Por mucho que lo intentemos no podemos meter una esfera en un plano, y pretender que nos quede teta, porque la tercera dimensión se nos queda inútil. Si mejoramos la representación del área, las formas y distancias se distorsionan, y al revés. Y ese es el problema que tiene el mapa de Peters.

Sin embargo, aporta elementos nuevos. Nos aparta del eurocentrismo: Europa (por mucho que lo desee la Comisión) no es el centro del mundo, aunque lo fuese en la época de Mercator. Nos ofrece una representación más justa de los países africanos y sudamericanos, en general subrepresentados en los mapas.

Claro que si quieres un mapa que refleje correctamente las tres dimensiones, entonces te compras una bola del mundo. Bien grande, como de un metro de diámetro. Y le das la vuelta.

Volvemos a la oficina. Paola estaba buscando un mapa que se hubiese hecho en Japón, para mostrarme que en todos los sitios cuecen habas. Uno donde el centro del mundo estuviese en el Pacífico. Mientras, surgía el tema de darle la vuelta.

– ¿Cómo que al revés?
– Si, coges el mapa y le das la vuelta, el hemisferio sur lo pones hacia arriba.
– Pero no es así… el norte va arriba.
– ¿Por qué? ¿Acaso hay arriba y abajo en el espacio?
– Pues claro porque…. porque….

Que lo cuenten de nuevo los cartógrafos que andaban pululando por la Casa Blanca.

Ya lo dice CJ en el vídeo: «No podéis hacer eso, que me estáis volviendo loca«. Rotar 180 grados el mapa del mundo supone cambiar nuestra visión del mismo. Desde el hemisferio sur parece más fácil, y desde luego mi tocayo destinado en Sydney lo tiene claro. En Oceanía Directo (en las antípodas de la veracidad) se marca un mapa con Australia arriba que da gusto verlo.

Pero, ¿y esa proyección? No es la de Peters… tampoco la de Mercator dada la vuelta. Se trata de la proyección de Hobo-Dyer. Una vuelta de tuerca más, que mejora las formas del mapa de Peters, pero que introduce a cambio pequeñas distorsiones a partir del paralelo 45.

Y se puede comprar por Internet.

Todas estas tribulaciones resumidas en una entrada de bitácora son el resultado de unos cuantos años de darle vueltas al tema, desde que conocí el mapa de Peters gracias a Ingeniería Sin Fronteras. De discutir con mucha gente y de caer de la burra en varias ocasiones. La última el otro día al darme cuenta de que el hemisferio norte ocupa el doble de extensión que el sur (como era obvio para todos, menos para mí).

Con todas las reservas, hoy ha llegado a casa por fin el mapa que quería. Es la proyección que mejora la de Peters, la de Hobo-Dyers. Por un lado, el mundo tal y como (no) lo conocemos, centrado un gran continente africano. Por el otro, el hemisferio sur arriba, y Australia en el centro. Girar el mapa supone ver un mundo completamente distinto.

(Actualización 3-feb-08: Como apunta Bob Abramms en los comentarios, el copyright de estas imágenes es de ODT Maps. Ya podía haber una versión libre de los mismos… pero ya que no la hay, pues que conste.)